El crepitar de las hojas secas al pisarlas es, seguro, como el sonido
que hace la esperanza al perderse, la ilusión al caerse o un corazón al
romperse. Un sonido hecho para reivindicar en última instancia el
perdurar de algo que una vez estuvo vivo.
Como el paso aletargado de un anciano, la caída implacable de un avión de papel o el inherente marchitar de una flor.
Vuela ese sonido entre los corazones ávidos de poesía, de palabras que llenen cada ventrículo con un torrente de ganas de vivir y sentir.
Hemos tardado muy poco en revolucionar la tecnología pero estamos
tardando demasiado en darnos cuenta de cosas tan sencillas como que la
retina es la mejor cámara, el corazón el motor más potente o la risa la
mejor red social.
Andamos siempre buscando lo que no necesitamos,
pasando por alto lo que ya tenemos sin haberlo buscado; o lo que es
peor, necesitando algo que no nos atrevemos a buscar por miedo a
encontrarlo.
Si al final de todo sólo quedan hojas secas en el
suelo... Y el crepitar de la memoria arrepintiéndose de todo aquello que
no se hizo por miedo, por la duda o por la comodidad de quedarse en un
puerto seguro...
Nunca te arrepientas de nada de lo que hiciste, pues bueno o malo, gracias a ello eres quien eres hoy.
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